lunes, 30 de abril de 2012

Waweros: dando valor agregado al aguayo boliviano

Por Gonzalo Díaz Díaz de Oropeza 

Una versión de este artículo se publicó en Producción y Cultura. La Paz. Agosto - Septiembre, 2009

"Waweros es la primera y única empresa que utiliza el aguayo boliviano como materia prima de portabebés que se exportan a países vecinos, Estados Unidos y Europa.”


El nacimiento de Waweros

waweros.com.bo
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Waweros nació el año 2007 a partir de una iniciativa de Mariela y Noelia Palomino. Desde su nacimiento, este emprendimiento se dedica a la producción y comercialización de artículos para bebes. Una de las principales motivaciones para iniciar esta actividad fue la intención de “difundir la práctica de cargar a los niños mediante el uso de portabebés de tela”, así como el reto de introducir al mercado un producto con calidad de exportación. La idea también se inspiró en la tendencia Babywearing, que busca brindar lo mejor a los niños en sus primeros años de vida.
  
El diseño del producto y su uso
A la hora de lanzar el emprendimiento, las creadoras de Waweros, no sólo contaron con las recomendaciones de madres de bebes, sino también con la asesoría profesional de médicos y enfermeras; todos ellos conocedores de las necesidades de los bebes. Con la participación de dichas personas, se evaluaron todas las opciones referentes a los detalles técnicos, a los materiales, a las instrucciones de seguridad, a las posiciones de uso y sus ventajas.

En la fase de diseño se evaluaron los posibles usos que los padres darían a los Waweros, identificando así los casos especiales como ser bebes con problemas de “displacia en la cadera”; además de bebes prematuros, quienes necesitan un modelo wrap, el cual también se recomienda para hacer paseos largos.

Paralelamente al diseño del producto, se procedió a estructurar un manual de uso para los Waweros, el cual detalla las diferentes formas de uso.

La elección de los materiales
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Tras diseñar el producto y su posible uso, se procedió con la elección del material más adecuado para cada modelo de portabebé, lo cual implicó tiempo e inversión. Para los portabebés en colores enteros se utiliza material del mejor algodón drill licrado americano, el cual tiene propiedades únicas de elasticidad, color y resistencia. Para los portabebés étnicos se utilizan rollos de aguayos bolivianos, que son hechos de un material “lo suficientemente suave hecho en lana de oveja, el cual tiene propiedades térmicas naturales que mantienen una temperatura fresca y saludable”. La materia prima que se emplea se obtiene de Estados Unidos y de Bolivia.

El diseño del proceso productivo
Tras la fase de diseño del producto y la elección de la materia prima, se pudo diseñar el proceso productivo; el cual comienza con la determinación y adquisición de los textiles además de los insumos. Posteriormente se procede con el cortado, el remallado y clasificación. Se sigue con la costura y armado;  el planchado y doblado. Finalmente se hace el etiquetado y empaquetado del producto que está listo para ser enviado o entregado. De acuerdo a los pedidos que se tiene, en la elaboración de los portabebés regularmente trabajan dos personas; pero dependiendo de las fechas de entregas se procede a contratar talleres externos.

Los productos
Los Waweros que se producen son de tres clases: los de colores enteros que se pueden encontrar en 12 variedades; los estampados que por el momento son floreados; y los étnicos que pueden ser de tres tipos: los que se hacen de lliclla incaica, de lliclla rosada y de aguayo tierra boliviano. Otro producto disponible en el portal electrónico de Waweros, es la bolsa de dormir para bebé Arrorró.

Paralelamente al diseño del producto y del proceso productivo, se procedió a obtener la marca registrada, pues desde el principio se deseaba trabajar dentro de una absoluta formalidad comercial, por lo que también se realizaron los trámites para el pago de impuestos.

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Los mercados
Si bien el principal mercado de Waweros es Bolivia, también se han realizado envíos a otros países como ser Perú, Estados Unidos, España, Canadá, Israel, Chile, México, Ecuador, Uruguay e Inglaterra. Muchos de los Waweros enviados a otros países son fabricados con el tradicional aguayo boliviano, que goza de gran aceptación.

Las dificultades
Como coinciden muchos productores, Mariela Palomino, afirma que a veces sus actividades son perjudicadas por la inestabilidad social, caracterizada por las constantes marchas y bloqueos, que además de causarle retrasos, no le permiten planificar y / o concretar sus actividades del día o la semana. Asimismo, la creadora de Waweros demanda mayor agilidad a la hora de hacer trámites, así como la oferta de servicios bancarios, orientados a los pequeños productores. En el futuro, Waweros continuará apostando con productos innovadores de alta calidad para bebés. 

El camino a través del Tipnis, ¿un proyecto colonial del siglo XVIII?

Por Tristan Platt
University of St. Andrews, Escocia.
Publicado en Los Tiempos. Cochabamba. 28 de febrero del 2012

En medio del furor sobre la construcción de una carretera Villa Tunari-San Ignacio de Mojos a través del Tipnis, existe un elemento importante que aún no ha sido tomado en cuenta. Se trata de las raíces esencialmente coloniales del proyecto. Los antecedentes históricos, aún poco difundidos,  ofrecen un valioso punto de referencia para la comprensión de los sucesos actuales.
Quizás sorprenda al lector enterarse de que este mismo proyecto ya fue planteado en 1780 por el gobernador español de Mojos, un militar llamado Ignacio Flores, pronto a convertirse en el presidente de la Audiencia de Charcas. Apoyándose en un razonamiento curiosamente similar al que hoy se esgrime por “Conisur” y los sectores que apoyan la apertura del camino, Flores llevó a cabo parcialmente el proyecto, con el apoyo del gobierno ilustrado del Rey Carlos III en Madrid.
Ignacio Flores es mejor conocido por su gestión como comandante de las tropas españolas enviadas en 1780 contra Tomás Katari y la sublevación de los ayllus de la Provincia colonial de Chayanta (hoy el Norte de Potosí), y también por haber llevado presa a La Paz a Bartolina Sisa. La orden de trasladarse a Chayanta vino justo cuando escribía, desde La Paz, una carta sobre los avances del proyecto del camino Chapare-Mojos. La carta iba dirigida al secretario de Estado en España, José de Gálvez, consejero ilustrado del Rey Carlos. Flores tenía cierta confianza con Galvez porque, en 1777, éste lo había nombrado gobernador de Mojos. Y, en la carta de 1780 (que se publica al final de esta nota), el flamante gobernador le demuestra nuevamente a Gálvez la conveniencia de conectar Mojos con Cochabamba pasando por el Chapare. La carta anuncia, además, que la primera traza ya estaba acabada.
Las razones para construir el camino en aquel entonces eran desarrollistas y geopolíticas, como lo son hoy en día. El gobierno de Carlos III buscaba por todos los medios modernizar la América española para que pudiera producir más para la metrópoli. Y se sabía que, a mitad del trayecto del camino, al pie de los Andes, vivía una población de “bárbaros”, como se solía llamar a los yuracarés. Pues, algunos yuracarés, aún independientes, seguían defendiendo su espacio vital. Otros acababan de ser reducidos temporalmente por el franciscano P. Marcos Menéndez, con el apoyo de los curas adinerados de Tarata y Punata que Flores llama los “Caballeros Moscosos”.
Para Ignacio Flores, una ventaja del camino sería la progresiva apertura de esas tierras feraces y sanas a la población cochabambina que carecía de tierras. Estos colonos se desplazarían allí a cultivar coca, azúcar, ají y quizás añil. La población yuracaré se acercaría así a Cochabamba para recibir la influencia “civilizatoria” de la ciudad. “Ya empiezan a salir los Indios Yuracarés a Cochabamba, y a entrar los Españoles a sus tierras, con una recíproca confianza”, escribió el gobernador, ilusionado por los aparentes éxitos de la misión del P. Marcos.
Para justificar su proyecto, el militar Flores también hacía referencia a los intereses internacionales, de una manera que recuerdan los que actualmente siguen en juego. En primer lugar, Flores fue encargado por el ministro Gálvez de llegar a un acuerdo con los portugueses sobre la línea divisoria entre el territorio de las Coronas de España y Portugal. Los españoles habían realizado una expedición desastrosa al Mato Grosso en 1775, antes del Tratado de San Ildefonso de 1777, cuando se fijó el río Guaporé como fronterizo con el Brasil. Pero Flores atribuyó el fracaso de la expedición al Mato Grosso a la ausencia de buenas comunicaciones y un inadecuado suministro de víveres. Previendo futuros conflictos, opinó que ambos problemas se resolverían con una mejora de las comunicaciones a Mojos desde Cochabamba y La Paz.
Por otra parte, le pareció a Flores también urgente romper el lazo estrecho de Mojos con Santa Cruz de la Sierra, la ciudad que dominaba el comercio de sebo, carnes y ganados con Mojos. La ruta existente obligaba al comerciante a subir por el río Mamoré y el río Grande, y desde ahí llegar a Santa Cruz por tierra. Era, además, la principal ruta pública desde Mojos hacia el Perú. Con el camino Mojos–Chapare, sin embargo, Mojos se libraría de esa dependencia, y se vincularía estrechamente con Cochabamba, y más aún con La Paz, la ciudad desde donde Flores escribía su carta.
Flores expresa abiertamente sus prejuicios anticruceñistas, anticipando en esto también actitudes que perduran entre la población andina actual. Pero se muestra igualmente prejuicioso frente a los cochabambinos que le ayudaban en la construcción del camino. Y en Mojos fue sólo su ambición, y su deseo de complacer a Gálvez y al Rey, lo que le ayudaba a aguantar una estancia tropical que parece haber sentido como un exilio. Su proyecto le prometía un pequeño alivio: se resolvería el problema del suministro de la sal, y llegarían los artículos de lana y las harinas, que hacían falta en determinados momentos del año.
El apoyo con el que Flores podía contar en España también le permitía hacer algunas observaciones sobre el gobierno de las ciudades de Charcas. Se nota su decepción con la entonces presidencia de Charcas, siempre ocupada en tantas cosas que no tenía tiempo para ayudar a Flores con un proyecto tan ilustrado; y también con el cabildo de Cochabamba, que asumía el “político recato que debía tener el Perú frente a los Portugueses”. Flores pudo contar con apoyos externos, desde Galvez en Madrid hasta el virrey en Buenos Aires, pero igualmente se quejaba harto de “la inconstancia, la cobardía y el embuste de los Cholos e Indios” con quienes tenía que trabajar el camino.
En fin, un personaje con las actitudes típicas de un militar colonial español, que buscaba mejorar su provincia de Mojos vinculándola con las ciudades de la sierra, llegando a acuerdos con el Brasil y cortando sus lazos con Santa Cruz. Quería animar a los cochabambinos sin tierras a que bajen a ocupar las buenas tierras de los yuracarés y sembrar coca. El único problema era que los yuracarés no se dejaban reducir fácilmente, y seguían defendiendo su propio espacio. Al llegar la independencia de Bolivia, habían obligado a los misioneros a retirarse, y la construcción del camino no se había resuelto.
La carta de Ignacio Flores fue escrita en la víspera de partir a la campaña de Chayanta, otra región donde los indios tenían ideas propias sobre la justicia, que en ese caso compartían con el mismo virrey. Nos muestra que la idea actual de construir un camino desde el Chapare hasta Mojos, y el razonamiento detrás del proyecto, ha tenido una larga historia. Sobre todo, la estructura imaginada del espacio geográfico articulaba relaciones y tensiones interregionales que, desde una perspectiva distinta y con otras valoraciones, vemos que persisten aun hoy en día.
Las ideas ilustradas sobre el progreso colonial tienen, evidentemente, mucho en común con las aspiraciones de “Conisur” y de los sectores que hoy apoyan la apertura del camino. Aunque el paralelismo sea asombroso, no queremos sugerir que el actual gobierno sindicalista del Estado Plurinacional haya caído en una mentalidad tan abiertamente colonial como la de Ignacio Flores. Más bien, el problema sigue siendo cómo cortar con las ideas sobre el desarrollo que vienen prefabricadas desde los últimos borbones del reino en el siglo XVIII y principios del siglo XIX. Hoy, por lo menos debe ser posible (pensable) diseñar una ruta que deje en paz a los yuracarés y sus compañeros indígenas del Isiboro Sécure. No es necesario seguir repitiendo el proyecto colonial de Ignacio Flores.
i Para la actitud ambigua de los yuracarés frente a los curas, ver la reseña de otro libro de Van der Berg publicada por Vincent Hirtzel en Anthropos, 2011, 106 (2) : 636-637.
ii A pesar del valioso libro de Hans van den Berg, En busca de una senda segura: la comunicación terrestre y fluvial entre Cochabamba y Mojos (1765-1825), La Paz: Plural, 2008.

University of St. Andrews, Escocia.

jueves, 19 de abril de 2012

Beate Klarsfeld, la pesadilla de Klaus Barbie

Por Gonzalo Díaz Díaz de Oropeza


Publicado en: La prensa. Revista Domingo. La Paz. 21 de diciembre de 2008.

Palabras clave: Beate Klarsfeld, Serge Klarsfeld, Klaus Barbie, Klaus Altmann, nazis, Bolivia, Perú, Lima, emigración, Gestapo, Lyon, SS, CDJC, UGIF, Auschwitz.


Beate Klarsfeld es una mujer que se ha hecho famosa porque junto a su esposo ha dedicado su vida a dar “caza” a personas acusadas de ser criminales de guerra. Fue ella quien evitó el sobreseimiento del proceso incoado por un grupo de víctimas del nazismo en Munich contra Klaus Barbie. Trabajando en este caso, llegó a La Paz en dos ocasiones, donde generó una gran expectativa. No en vano Barbie, habría afirmado en los años setenta que todos sus problemas empezaron cuando Klarsfeld llegó a La Paz.

En nuestro país se puede encontrar información de esta europea en dos publicaciones que abordan el tema de Klaus Barbie en Bolivia. Uno de ellos fue escrito por Gustavo Sánchez, quien capturó a Barbie, y Elizabeth Reimann denominado “Barbie en Bolivia Criminal hasta el final”, y el otro titulado “Barbie Altmann, de la GESTAPO a la CIA”, cuyo autor es Carlos Soria Galvarro que acompañó y entrevistó a Barbie durante su traslado a Europa. La información dada en este artículo está basada en ambos libros.

Beate Klarsfeld es de nacionalidad alemana y nació en 1939. Su padre fue un excombatiente berlinés que durante la Segunda Guerra Mundial luchó en las filas de la Wehrmacht. El año 1960 conoció en París a Serge Klarsfeld, cuyo padre murió en las cámaras de gas de Auschwitz, y con quien tres años después, contrajo nupcias.

La pareja se hizo famosa porque, alrededor de todo el mundo, siguió la pista a varias personas acusadas de haber cometido crímenes de guerra. Como afirman Sánchez y Reimann, el 7 de noviembre de 1968 Beate se hizo célebre cuando abofeteó al Canciller de la entonces Alemania Federal, Kurt – Georg Kiesinger en plena Sala de Congresos de Berlín Occidental. Antes de este incidente, los esposos Klarsfeld habían repartido documentación que probaba que Kiesinger había sido “director del aparato de propaganda radial de Hitler”.

El camino de los Klarsfeld se cruzó con el de Klaus Barbie cuando el director del Centro de Documentación Judía Contemporánea (CDJC) de París, les enseñó un documento que contenía información acerca de un proceso iniciado en Alemania. Según este documento, el 22 de junio de 1971 un procurador de Munich decidió archivar el caso Barbie, el mismo que fue iniciado por una “asociación de víctimas del nazismo” a mediados de la década de 1960. El argumento principal del procurador Rabl giraba en torno a que Barbie desconocía el destino de los franceses que deportaba a Polonia, donde, un gran número encontró la muerte en las cámaras de gas. Tanto Sánchez y Reimann como Soria Galvarro indican que para ese entonces, Barbie había sido condenado por un tribunal militar de Lyon, “en ausencia” a la pena capital en dos ocasiones: 1947 y 1954.

Después de encontrar una serie de documentos firmados por Barbie, la pareja elaboró un dossier de sesenta páginas que distribuyó a la prensa alemana y francesa. En este dossier se encontraba el caso de los niños Benguigui, Jacques (13), Richard (6) y Jean Claude (5), quienes fueron deportados del hogar infantil de Izieu. En Lyon, Beate logró contactar a la madre, Fortunée Benguigui, que en mayo de 1943 fue confinada a Auschwitz. Según Sánchez y Reimann, Benguigui supo que sus hijos habían muerto cuando descubrió, entre el montón de ropa que pertenecía a las víctimas de las cámaras de gas, un “pullover que ella misma” había tejido para su hijo Jacques.

Junto a Fortunée, Beate se trasladó a Munich donde, después de someterse a una huelga de hambre, fueron recibidas por el Dr. Manfred Ludolph que revisó el dossier enviado desde Francia. En una de las páginas, los Klarsfeld afirmaban que un anciano judío había oído al Dr. Raymond Geissmann, director de la Unión General de Israelitas de Francia (UGIF) durante la ocupación nazi, decir que Barbie había dicho en Lyon: “Para un judío, ser deportado o ser fusilado es la misma cosa”. Ludolph, al ver la página, afirmó que si Geissmann declaraba bajo juramento lo dicho por Barbie, reabriría el caso.

En Francia, Beate logró dar con el abogado Geissmann, y cuando entregó la declaración jurada, Ludolph le dio dos fotografías: una databa de 1943 y era de Klaus Barbie; la otra era de 1968 y había sido tomada en la ciudad de La Paz, la misma correspondía a un hombre de negocios llamado Klaus Altmann. En enero de 1972, el Instituto de Antropología y Genética Humana de la Universidad de Munich confirmó que las fotografías correspondían a la misma persona, además se añadieron nuevas pruebas que confirmaban la verdadera identidad de Altmann.

Tras la publicación de esta información en medios de todo el mundo, Altmann que se encontraba en Lima, negó ser Barbie; además declaró que fue teniente de la Wehrmacht y que no fue miembro de las SS. En esa ocasión, un ex coronel alemán declaró que Altmann y Barbie no eran la misma persona, pues conocía al verdadero Barbie, el cual residía en Egipto. Después de un interrogatorio en el Ministerio del Interior del Perú, Barbie partió rumbo a Bolivia pues la posibilidad de una solicitud de extradición era alta.

El 27 de enero de 1972, Beate llegó a Lima de donde se trasladó a La Paz. Después de estudiar los documentos traídos por Klarsfeld, el embajador de Francia en Bolivia, solicitó la extradición de Barbie. Una vez logrado esto, Beate retornó a Lima de donde partió rumbo a Europa, donde inmediatamente comenzó a preparar su retorno.

La segunda ocasión que Klarsfeld arribó a La Paz, lo hizo acompañada de Itta Halaunbrenner (68), cuyo esposo fue hallado con diecisiete balas en el cuerpo, después de ser detenido por Barbie “en persona”. El hijo de esta mujer, León (13), fue arrestado y posteriormente deportado a las minas de sal de Polonia, donde murió por agotamiento físico y desnutrición. Las hijas menores, Mina (8) y Claudine (4), al igual que los niños Benguigui, fueron deportadas del hogar de Izieu.

Después de solucionar algunos percances en Lima, el 23 de febrero Klarsfeld y Halaunbrenner arribaron al aeropuerto de El Alto. Entre los días 28 y 29 de febrero, Klarsfeld dio numerosas conferencias de prensa y también fue trasladada a dependencias de la Policía en más de una ocasión. La prensa en esos días, no sólo publicó la información dada por Klarsfeld y Halaunbrenner sino también dedicó páginas al Holocausto y los campos de exterminio.

El día que se marchaban, lunes 6 de marzo, las dos mujeres se encadenaron a una banca del Prado portando dos carteles: el de Halaunbrenner decía: “!Boliviano, escucha¡ Como madre reclamo justicia y que se juzgue a Barbie – Altmann, asesino de mi esposo y mis tres hijos”; y el de Klarsfeld: “En nombre de millones de víctimas del nazismo, que se permita la extradición de Barbie – Altmann”. Después de permanecer siete horas en la banca, ambas mujeres partieron rumbo al aeropuerto de donde se dirigirían a Lima y posteriormente a París, ciudad a la que arribaron el 9 de marzo.

Para Serge y Beate Klarsfeld, la misión trazada se había cumplido pues Klaus Altmann había sido desenmascarado. Sin embargo, también sabían que aparte de la gran cobertura de medios de comunicación lograda, en Perú y Bolivia, no conseguirían nada más ya que, como afirman Sánchez y Reimann, Barbie estaba “demasiado bien relacionado” y no debía temer peligro alguno; además entre Bolivia y Francia, no existía un tratado de extradición que permitiera el traslado de Barbie al Viejo Mundo.

Los piratas eran noticia en Potosí

Por Gonzalo Díaz Díaz de Oropeza


Una versión de este artículo se publicó en: La Razón, Revista Tendencias. La Paz. 13 de junio de 2010.

Palabras clave: Potosí, Colonia, piratas, corsarios, bucaneros, filibusteros, Villa Imperial, Cerro Rico, Estrecho de Magallanes, Francis Drake, Arica, Tucumán, plata, mercurio, Isabel I


El año 1579, Francis Drake se convirtió en el primer inglés en atravesar el Estrecho de Magallanes, tras lo cual continuó navegando rumbo al norte, atacando no sólo diferentes puertos españoles como Arica, sino también galeones y naves mercantes españolas. Esta aventura concluyó cuando este osado navegante, arribó al puerto de Plymouth el 26 de septiembre de 1580, donde fue recibido por la Reina Isabel I, quien en mérito a sus hazañas y al gran botín obtenido le confirió el título nobiliario de Sir. Como se verá en el presente artículo, tanto las aventuras de Drake como las de otros avezados corsarios fueron conocidas en la Villa Imperial.

Como se puede suponer, las comunicaciones llegaban tan rápido como los medios de la época lo permitían; por ejemplo, los chasquis demoraban entre siete a diez días para llevar informes de Arica a Potosí y viceversa. La urgencia de que las noticias sobre corsarios fueran conocidas, tenía relación con la necesidad de adoptar estrategias para mantener seguras las barras de plata que regularmente se despachaban de la Villa; pero las razones no sólo eran económicas, pues entre la población potosina se encontraba gente procedente de diversos confines geográficos, que seguramente querría estar al tanto de lo que pasaba en el resto del mundo, sin contar al resto de la población originaria que también tenía curiosidad por lo que pasaba allende las alturas andinas; tanto así que en esa época circulaban rumores sobre un posible contacto que algunos descendientes incas así como algunos habitantes de la zona de “los Pacasas” habrían entablado con el temido enemigo de los españoles, Sir Francis Drake.

Hechas estas aclaraciones pasamos a conocer la primera noticia. El 14 de febrero de 1579, en la Villa Imperial se conoció que el Puerto de Arica había sido atacado por corsarios ingleses armados con arcabuces y piezas de artillería; quienes amedrentaron a la población que huyó despavorida a refugiarse en los cerros aledaños. Tanto las barras de plata que se habían despachado de la Villa, así como el azogue o mercurio que tenía como destino los ingenios de Potosí, además de algunas mercaderías, quedaron a merced de los atacantes que se apropiaron de todo (CNM – AH. C. R. 7 f.32). Por las fechas que se consignan en el libro de Manuel Lucena Piratas, bucaneros, filibusteros y corsarios en América, disponible en el Archivo de La Paz, este ataque tenía como protagonista al famoso corsario Sir Francis Drake.

Tras conocer la noticia del ataque corsario, las autoridades decidieron que hasta no comprobar la seguridad en las aguas del mar del Sur; las barras de plata se enviarían a la ciudad de Lima por vía terrestre, pasando por la ciudad de Cuzco, empleando en ello caravanas de “caballos y mulas”. Adicionalmente, se tomaron decisiones relacionadas con la protección del puerto, que consistieron en el envío de pólvora y arcabuces; además de ordenar la construcción de un fuerte.

Pero las noticias también se originaban en las aguas del Atlántico, como una que se conoció el 13 de marzo de 1583. Ese día, llegó una carta del gobernador de Tucumán, en la cual se informaba que “ingleses luteranos habían tomado el puerto de Santa Catalina”, distante a 120 leguas del Río de La Plata. Curiosamente, uno de los protagonistas de este hecho fue un religioso franciscano llamado Juan de Ribadeneira.

Fray Juan de Ribadeneira había partido de España en junio de 1582 acompañado por 30 religiosos franciscanos. Dos meses después, la nave en la que partieron encalló en los Reyes Magos en las costas del Brasil; afortunadamente los frailes pudieron salvar la vida y se embarcaron en otro navío. Posteriormente, los sacerdotes navegaron hasta Río de Janeiro donde se encontraron con Diego Flores, comandante de la Armada Imperial española.

El día de difuntos, la nave de Flores tomó un rumbo diferente a la embarcación de los frailes que navegó costeando hasta llegar al puerto de Santa Catalina a 120 leguas del Río de La Plata. Cuando se acercaban a la costa, los frailes se llevaron una sorpresa, pues del puerto salieron dos chalupas inglesas que los interceptaron y condujeron al puerto, donde observaron “un navío grueso y dos galeones muy bien artillados y armados de gente e municiones”. Poco después conocieron al capitán de todos ellos, quien se hacía llamar Francisco en honor al Cabo de San Francisco, donde había tomado –o robado– “800  barras de plata ensayadas y marcadas”. El capitán inglés, después de ocuparse de la alimentación de los frailes, manifestó que les dejaría marchar si salían del puerto dos días después de la partida de los corsarios, lo cual fue aceptado por los franciscanos. Antes de irse, el corsario entregó a Ribadeneria un salvoconducto que debía enseñar en caso de toparse con alguno de los otros nueve galeones que navegaban cerca de la costa, y formaban parte de la expedición inglesa corsaria.

Cumpliendo lo prometido, el navío de los frailes salió del puerto dos jornadas después del día de la Concepción, el 8 de diciembre de 1582. Pocas fechas después se reencontraron con Diego Flores de Valdés, cuya nave había sido desbarata por un temporal que había destrozado sus mástiles, quien además venía acompañado por otra nave, en la cual se encontraba el gobernador de Chile. Además de informar a Flores sobre el encuentro con el capitán inglés, Ribadeneira le indicó que el corsario Francisco tenía la intención de navegar hasta el Estrecho de Magallanes, en cuya salida esperaría, para interceptar y desbaratar la nave del gobernador de Chile.

La noche del día del encuentro, una terrible tormenta acabó no sólo con la nave de Flores, sino también con la de los frailes, quienes lograron salvarse nadando a la costa. Después de que las dos naves se hundieran, Flores procedió a abordar y tomar la nave del gobernador de Chile, quien tuvo que “venirse a tierra” “con su gente”. Tras ello, Flores ingresó por el Río de La Plata; dejando atrás al gobernador, a su gente, y a los frailes; quienes en conjunto “tomaron la vuelta de Chile”.

Pasadas las anteriores peripecias, Ribadeneira envió su carta a Tucumán con tres soldados del gobernador, de donde se despacharon copias a la ciudad de Lima y Potosí. Después de conocer la aventura de los frailes, las autoridades potosinas determinaron mandar chasquis para detener la caravana que cuarenta días antes había partido de la Villa llevando barras de plata a Arica. También se enviaron cartas dirigidas a los oficiales reales y el corregidor del Puerto, en las cuales se les ordenaba que, en caso de que la plata hubiera llegado, ésta no debía ser embarcada sino internada “tierra adentro” junto con el “azogue que en el dicho puerto hubiere”. Además de las cartas a Arica, también se enviaron notificaciones dirigidas a los corregidores, curas y vicarios de los poblados cercanos al camino; en las cuales se les ordenaba prestar colaboración para poner el cargamento a buen recaudo (CNM – AH. C. R. 7 f.72).

Así, hemos conocido dos noticias que circularon en la Villa Imperial, las cuales dan cuenta de las andanzas de corsarios ingleses sobre las aguas del océano Pacífico y Atlántico. Como vimos, el conocimiento de los informes demandaba la toma de decisiones, las mismas que estaban relacionadas principalmente con el resguardo de las barras de plata y también con la protección de los puertos expuestos a los ataques corsarios.

Bibliografía
Lucena, Manuel. Piratas, bucaneros, filibusteros y corsarios en América. Madrid. MAPFRE. 1992.

Archivo Histórico Casa Nacional de Moneda de Potosí
CNM – AH. C. R. 7 “Libro de acuerdos tocantes a la Real Hacienda 1578 – 1589”.

jueves, 12 de abril de 2012

Mitos, leyendas y estudios científicos sobre Potosí

Por Gonzalo Díaz Díaz de Oropeza


Publicado en La Prensa, Revista Domingo, 11 de enero de 2009

Palabras clave: Historia, Villa Imperial, Potosí, Cerro Rico, colonia, conquista, Diego Huallpa


            La ciudad de Potosí nació en las faldas del Cerro Rico cuyo clima se caracteriza por ser frígido y seco. Diferentes autores han afirmado que debido a las condiciones hostiles del lugar, antes del conocimiento del Cerro, no habría existido asentamiento humano alguno. Sin embargo, por estudios geológicos y arqueológicos se ha comprobado que los minerales del Cerro Rico son explotados por lo menos desde el año 1000 d. C y que en el actual territorio de la ciudad de Potosí, así como en sus alrededores existían sitios habitacionales, centros mineros y metalúrgicos además de lugares consagrados al culto. En este artículo se hace referencia a dichos estudios además se mencionan los principales mitos sobre Potosí.
Pedro Cieza de León afirmó en 1553 que los alrededores del Cerro eran un “casi – desierto”, en cambio Nicolás de Benino señaló en 1573 que un espacio apropiado para la agricultura se encontraba por lo menos a una distancia mayor de sesenta kilómetros. El año 1585, Luis Capoche coincidiendo con Joseph Acosta señaló, que no era posible que antes de los españoles existiera habitante alguno cerca, ya que se trataba de una “tierra fría, de muchas nieves, estéril y de ningún fruto” (Cf. Cruz, Absi Fidel 2005: 76). El año 1600, Fray Diego de Ocaña afirmó que los incas conocieron el cerro, pero que no lo explotaron porque su inmensa riqueza era “cosa de dioses”; por lo mismo lo consagraron al culto del Sol. Recién en 1737 se habla de un asentamiento cercano al Cerro. En dicho año, Bartolomé Arzáns no sólo afirmó que la región era conocida por los naturales, sino también que existía un poblado cercano denominado Cantumarca (Platt, Bouysse – Cassagne, Harris 2006: 153, 154, 157). Ya en el siglo XX, Gunnar Mendoza sugirió que era poco probable que los indios desconocieran la existencia del Cerro Rico y que ante la llegada de los españoles la mantuvieron oculta (Cf. Bakewell 1989: 24). Por los estudios científicos llevados a cabo se han confirmado las sugerencias de Mendoza.
El año 2003 los geólogos Mark Abbot y Alexander Wolfe, afirmaron que la extracción de minerales superficiales en el Cerro Rico comenzó al menos el año 1000 d.C. Para hacer estas afirmaciones, ambos científicos se basaron en “el estudio de los sedimentos de un lago cercano y en la dirección predominante de los vientos procedentes del Cerro de Potosí”. Según los resultados, los sedimentos analizados “contienen trazas de elementos metálicos emitidas a la atmósfera con el humo de los wayras [hornos prehispánicos]...”. Los depósitos correspondientes al periodo comprendido entre  1100 d.C. y 1400 d.C., en relación al de 1000 d.C. y el 1100 d.C., presentan reducidas concentraciones de minerales lo cual significa que la actividad de las huayras había disminuido. En cambio, los sedimentos posteriores al año 1400 d.C. muestran mayores concentraciones de minerales, lo cual significa que las huayras y por tanto las actividades mineras se reactivaron bajo la dirección de los incas (Platt, Bouysse – Cassagne, Harris. Ob. Cit.: 29, 154).
Como aseveran Cruz, Absi y Fidel, por el resultado de prospecciones arqueológicas comenzadas el año 2001 se sabe que antes de la llegada de los españoles, Potosí “era un sitio densamente poblado, con una fuerte y organizada presencia Inca y grandes sitios de producción agrícola, los cuales se asociaban probablemente con una actividad minera”. Estos autores afirman que antes de la revelación del Cerro Rico a los españoles, en el espacio actual de la ciudad potosina y en sus alrededores, existían asentamientos habitacionales, centros mineros y metalúrgicos además de lugares consagrados al culto.
Los sitios prospectados se encuentran en el cerro Chullpaloma que está ubicado al norte de la Villa Imperial, en la colina Juku Huachana ubicada al noroeste de la ciudad y en el cerro Khari Khari. En estos lugares se han encontrado vestigios de residencias, de collcas o graneros, de cerámicas, de utensilios empleados en actividades metalúrgicas, de hornos que tienen adheridos en su superficie escorias metálicas y también de huesos de camélidos “carbonizados y calcinados”. Asimismo, en lugares cercanos a Potosí, sobretodo “en las cumbres de los cerros periféricos”, se comprobó la existencia de numerosos centros de culto como ser la Quebrada de San Bartolomé y la Cueva del Diablo además del Cerro Chico.
Los resultados de las prospecciones realizadas dan cuenta de una “densa historia prehispánica de Potosí y de sus alrededores” y dan cuenta de “la gran magnitud que tuvo la ocupación de la misma antes de la llegada de los españoles”. Además señalan que durante el Periodo Intermedio Tardío Inca, la población en la región se había incrementado. Asimismo, por la presencia de diferentes estilos cerámicos se puede suponer una presencia multiétnica en la zona (Cruz, Absi, Fidel. Ob. Cit.: 77, 79). 
            Por el resultado de los estudios mencionados, se puede afirmar que la verdad acerca del Potosí prehispánico, es muy diferente a lo narrado por los diferentes mitos y leyendas existentes y aceptados hasta ahora. 

Bibliografía.
Bakewell Peter. Mineros de la montaña roja. Madrid. Alianza. 1989
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